LA SEGURIDAD POST CROMAÑÓN I
La desidia sigue presente en la cultura argentina...
Por Yanina Rossi.
Pasados ya unos meses del fallo de la corte hacia los implicados en el desastre ocurrido durante el recital de Callejeros en República de Cromañón, siguen surgiendo incógnitas. Los jóvenes quieren sentirse protegidos y los padres quieren frenar el miedo, pero continúa la ignorancia hacia lo necesario que es cumplir las normas. Aunque las habilitaciones sean más duras, el sistema no funciona bien. La duda está en qué se debe hacer cuando ni los peores catástrofes sirven de escarmiento.
El licenciado Marcelo Muñiz, Inspector del Departamento de Trámite de Espectáculos Públicos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde hace 27 años, cree que las normas son buenas pero “a la sociedad le da placer transgredirlas”.
Sin embargo, Muñíz resalta que, cuando ocurrió lo de Cromañón, la ciudad se encontraba en un momento crítico porque “(Aníbal) Ibarra había reducido de 3 mil a 30 la cantidad de inspectores de boliches” y que se había apostado a la “autorregulación empresarial de las normas” en la ciudad.
La culpabilidad parece estar en toda la sociedad y Muñiz coincide: “Si está todo en regla y además el empresario tiene todos los cuidados posibles, pero después un joven alcoholizado o drogado tira a otro por las escaleras y lo mata, no sirve. La conciencia tiene que ser de todos”.
Para Ariel Spángaro, bajista de Cuerda Floja, una banda de rock surgida hace siete años a partir de un grupo de amigos, “las cosas no cambiaron nada”.
El músico asegura que las bandas chicas no cubren los costos para tocar en lugares en regla y eso los conduce a “sucuchos” que, como son de pequeños empresarios, tampoco pueden “garantizar muchas cosas”.
Una amiga de Spángaro falleció en Cromañón y, sin embargo, él reconoce que sigue tocando en locales peligrosos: “Ahora todo cuesta más plata. Antes, si la capacidad del lugar era de 200 personas, te daban 300 o 400 entradas y ahora no te dan ni 101, pero igual, como dice el dicho, hecha la ley, hecha la trampa.”
El bajista opina que el grupo Callejeros es “víctima y responsable” de la conocida tragedia porque “todos estábamos acostumbrados a que las cosas funcionaban así”, asique a Cuerda Floja podría haberle pasado lo mismo.
Contrariamente, el dueño del boliche Museo Rock, Roberto Echazarreta, cree que Omar Chabán es el que más culpa tiene de lo sucedido porque “cada empresario tiene que hacerse responsable de su local más allá de las normas”.
“Antes de Cromañón tocaban bandas en mi boliche pero ahora no porque ya no es rentable y yo nunca quise coimear a nadie”, afirma Echazarreta.
Y dice: “Prefiero estar tranquilo de que no ocurran desgracias”.
“Las inspecciones son turbias”, agrega el empresario y denuncia que, por ejemplo, “en el boliche Planta Alta no hay salida de emergencia pero igual lo habilitaron para recitales”.
Será entonces que tendremos que ponernos en marcha para revertir esta forma de pensar colectiva inclinada por los intereses económicos que deja de lado hasta el cuidado de la propia vida y la de los demás.
Quizás las cosas comiencen a estar bien cuando se empiece por mejorar y tener conciencia desde uno mismo...
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